Los Palos (1975)

Textos escritos de la mano de Salvador Távora sobre su obra…

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LOS PALOS, de Salvador Távora a partir de documentos ordenados y propuestos por José Monleón

TEXTOS PREVIOS AL ESTRENO 

PROCESO DE LA CUADRA HASTA LLEGAR A LOS PALOS

Después de “QUEJIO”, que ha sido para nosotros la fusión de nuestros cantes y nuestros bailes con nuestra propia realidad de andaluces, era necesaria una muy pausada meditación para nuestra continuidad como Grupo Teatral.

Habíamos conseguido con nuestra concienciación, con nuestra entrega, en este trabajo de mostración, situar los cantes y bailes de nuestra tierra dentro de ese contexto dramático de realidad socio-económica del que otros lo habían alejado.

Sabíamos por esto que la exposición consciente de nuestras realidades había dado, en terrenos ya teatrales de comunicación, un paso válido.

Esto sin estar del todo claro, podía ser la base donde quizás estuvieran las “claves”; en las que apoyar la continuidad de nuestro teatro. Pero este indefinido mecanismo de “claves teatrales de comunicación” nunca podría ponerse en marcha -de eso estábamos seguros- sin un motivo de reflexión colectiva que tuviera relación con nuestra propia evolución.

Andando con nuestro espectáculo “QUEJIO” por casi toda Europa, los comentarios. la crítica y casi toda la gente seria de teatro que hemos conocido nos hicieron sentir un especial interés por conocer la realidad de un andaluz tan folklorizado, y tan utilizado, por unos y por otros, como nuestros cantes y nuestros bailes: Federico García Lorca.

Solo conocíamos de él la proyección folklórica que de su nombre se había hecho, y esto no satisfacía nuestro despierto interés.

Así estaban nuestros ánimos cuando José Monleón -crítico y hombre de teatro que seguía desde el principio nuestra andadura – nos propuso un estudio en torno a García Lorca, planteándose nuestro grupo entonces un posible trabajo escénico, con Lorca de protagonista, con el que responderíamos al momento en que se hallara nuestra evolución. Salvando los niveles entre su vida de intelectual acomodado, y la del pueblo al que él quería acercarse, y al cual pertenecemos, empezamos a ver las líneas distantes pero paralelas que a él nos unían. Teníamos que intentar acercarnos a él, superando el confusionismo que enmarca, a menudo, su obra, su vida, su muerte.

Su obra y su vida, desde nuestra perspectiva, quedaban algo confusas para que pudiéramos “sentirlas”, pero las circunstancias de su muerte nos impresionaron.

Seleccionamos entonces de los documentos ordenados por José Monleón para el estudio de los últimos días de Lorca aquellos que tenían un carácter fehaciente: noticias escuetas que componían un texto incontestable y neutro.

 

El trabajo, en este sentido, aspiraba a dejar claro los últimos días del poeta. Lo demás, lo nuestro, hasta conseguir el espectáculo como resultado, lo suponíamos muy fácil: se narrarían los últimos días de Federico “por fuera”, y esos cortos y terribles textos de su historia aumentarían el deseo rabioso de contar, con nuestro lenguaje, la nuestra; y si nuestros golpes, nuestros gritos y nuestro miedo se trababan por la sala con su nombre, hubiésemos conseguido mostrar el paralelismo de Federico García Lorca con su pueblo.

Concebí la idea de un montaje, donde unidas rítmicamente aunque funcionando separadas, sin subordinaciones condicionantes, para no mutilar ni falsear los distintos conceptos del lenguaje pudieran mezclarse la propuesta de Monleón, – convertida en narración cronológica de los últimos días de Federico -, y nuestra historia. Y apareciera un trabajo de solidaridad como expresión de una conciencia capaz de encuadrar nuestro problema específico y vivencial en un plano más general.

El resultado ha sido que esa realidad vivencial se impuso y desplazó en casi todos sus puntos a la noticia concreta, al documento; habíamos encadenado nuestros motivos fundamentales; emocionalmente, con tal intuitiva coherencia, que el espectáculo surgió, con sus propios signos, más allá de las situaciones y las palabras de la narración, destrozando el equilibrio planteado y rechazando por su unidad y redondez cualquier individualismo biográfico que transcurriera paralelo por importante que fuera. A partir de este descubrimiento, a Lorca lo perdimos como protagonista para volverlo a encontrar más tarde, mezclado entre nuestra propia realidad, entre nuestros propios sufrimientos, entre nuestras propias aspiraciones…

Hemos de confesar que no sentimos la tragedia por la vía de la literatura. La sentimos por la vía de lo vivencial y de lo inmediato, en función y como consecuencia de nuestro pasado, de nuestro presente y de los elementos materiales y cercanos que utilizamos para el desarrollo de nuestro lenguaje.

Por esta vía hemos encontrado a Federico y se ha quedado con nosotros, en este espacio de tiempo concreto en el que aflora este segundo trabajo sobre Andalucía al que titulamos “LOS PALOS”, pero como un andaluz más y entre tantos de los nuestros que perdieron y pierden la vida en la oscuridad de sus ocupaciones, con sólo el grito cantado como crónica, y sin escribir una sola frase.

Salvador TÁVORA