Crónica de una muerte anunciada (1990)

Textos escritos de la mano de Salvador Távora sobre su obra…

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CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA de Salvador Távora

TEXTOS PREVIOS AL ESTRENO 

A PROPÓSITO DE “CRÓNICA…”

«Yo creo, y es una perspectiva teatral que he expuesto en una ponencia en el Centro Europeo de Delfos con motivo de un simpósium sobre la Antigua Tragedia Griega, que la poesía escénica – lo que ocurre, se dice y escucha en el escenario- y la poética literaria son dos expresiones diferenciadas que, al complementarse, unidas por los sentimientos y la emoción, se convierten en el más hermoso hecho artístico que pueda imaginarse: en Teatro.

Es por esto, pienso, que en la narrativa de Gabriel García Márquez puede encontrar un director de teatro, u ordenador escénico, un caudal inagotable de propuestas poéticas teatrales con las que alimentar su imaginario. La narrativa de García Márquez se mueve en un campo de imágenes, palabras, acciones y hechos, que se instalan en la mente y provocan la puesta en marcha de un proceso creativo que conduce al encuentro emocional con el arte… Y esto estimula a cuantos pensamos que el teatro debe aspirar a volver a ser eso: un encuentro emocional con el arte de cuantos participan en el acto, y de todo aquél que, sin prejuicios, y con la capacidad receptiva de su sensibilidad e imaginación lo recibe y contempla.

En CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA, de García Márquez -quizás, sin proponérselo el autor literario ideal para un futuro teatro que pueda inscribirse dentro del marco de las artes contemporáneas-, no existe exposición, nudo y desenlace; factores que caracterizan, limitando la creatividad escénica, a la mayoría de las estructuras dramáticas textuales. El protagonista está muerto antes de empezar la tragedia. No hay la posibilidad de canalizar la trama escénica, apoyándose en la dosificada emoción del argumento. Y este es el desafío que me apasiona. En el campo de la literatura, García Márquez lo resolvió con la maestría genial que imprime a sus relatos. En la parcela del teatro quizás, también, podamos conseguirlo aún sin poseer el don de la genialidad: implorando a las musas que habitan escondidas en la imaginación, en esa área de la actividad creadora, donde se han refugiado, asustadas de tanta agresividad y formalismos.

El espectáculo, música, palabras, llantos, actitudes trágicas, belleza interna de los personajes, etc., etc., no se sitúa ni allá, ni acá, sino en el corazón mismo de la sensibilidad e intenta formalizarse envuelto en la emoción del circo, la magnitud de la ópera y la profundidad filosófica de las tragedias griegas. Y, entre las muchas aspiraciones estéticas que contiene, sugiere la necesidad de buscar, por todas las vías, volviendo al sendero que pisaban Esquilo, Sófocles y Eurípides, el camino del arte como elemento fundamental de la comunicación teatral; y también, por qué no decirlo, descubre, con evidencia, mi culto obsesivo a los resultados escénicos imprevisibles y al sublime estado del espíritu que conlleva el riesgo; aunque en esta ocasión el riesgo se extienda a aspirar a mostrar, lejos de las mascaradas pseudo-realistas, y por vía del universo cultural de comunicación que nos aferra a nuestra tierra, Andalucía, las afinidades que nos unen, en las actitudes ante la vida, la muerte, el honor y la religión, a los hombres de la Europa del Sur con los hombres del Sur de América.»

Salvador Távora